José Tessada.
En años recientes nuestro país ha visto un cambio, local e internacional, en la visión de la iniciativa privada, y de la empresa en particular. Este cambio de mirada ha ido desde replantear cuestiones de forma, hasta cuestionar el rol que debe desempeñar en el desarrollo del país y de la sociedad. Incluso hemos visto cambios importantes en la mirada respecto del enfoque público-privado en determinados sectores y actividades económicas. Los desafíos y riesgos medioambientales que enfrentamos han planteado desafíos importantes para pensar la acción de la empresa. Actualmente estamos con una mirada más amplia, ASG (ambientales, sociales y gobernanza), que nos plantea el deber de considerar riesgos en estas tres áreas, incluyendo mínimos de información a divulgar.
Un posible modo de conceptualizar el desafío es pensar el impacto que tiene una empresa privada para poder llevarnos a entender qué podemos esperar y qué debe la empresa considerar al tomar decisiones. En medición de impacto de políticas sociales la pregunta es ¿qué diferencia hace el implementar esta política social comparado a una situación donde no se hace? La pregunta es empíricamente compleja, pero ofrece algunas guías de cómo afrontar algunas de las decisiones actuales de la iniciativa privada. Sin afán de pensar en una respuesta definitiva, solo quiero proponer dos puntos para mirar el impacto de la empresa, el qué y el cómo.
Las empresas tienen competidores que realizan la misma actividad o similar. Las diferencias en el cómo, se pueden medir en la reducción de riesgos, ASG, y la afectación del entorno. La empresa genera valor haciendo lo que mejor sabe hacer, se trata de que efectivamente considere lo que está alrededor de su acción. En esta dirección, podemos ver procesos de digitalización de trámites (que reducen las barreras de acceso) y el cambio en fuentes de abastecimiento y de proveedores. Esta noción de impacto nos lleva a pensar en que ciertas medidas pueden impactar negativamente a otros grupos (la misma digitalización puede dejar fuera a grupos de la sociedad). Hacernos cargo de esos desafíos, y ser partícipes de la solución, es componente central de la labor privada. Por otro lado, si consideramos el qué se hace, la actividad emprendedora misma es generadora de empleo y de valor. Es un elemento esencial de la labor de crear y emprender. En ese sentido, dejan de ser ajenos a la empresa el trabajo decente y otros objetivos de desarrollo sostenible (ODS) que, además del qué, se refieren al con quien. Una mirada amplia a colaboradores, clientes y proveedores nos lleva rápidamente a ver que el impacto puede ser amplio, y sin cambiar el área o propósito de la empresa.
Entendiendo profundamente estos riesgos veremos que los componentes ASG también nos hablan de desafíos de futuro, por lo que no son necesariamente contrarios a maximizar valor. Aún más, en el qué y cómo también se abren oportunidades cuando la demanda de la sociedad y la innovación tecnológica (energía y conectividad, por ejemplo) permiten expandir negocios o cambios en el cómo. Pensar en el impacto nos abre la mirada a entender el valor que se crea, y a transmitir mejor qué se hace y qué se comparte. Sin dejar de cuestionar como podemos hacerlo mejor.
Director Escuela de Administración UC
Director del Centro de Gobierno Corporativo UC
Ver columna publicada el diario El Mercurio el 10 de octubre de 2023 aquí