Alejandra Wood Huidobro
Directora ejecutiva del Centro de Gobierno Corporativo UC
El reciente escándalo de Deloitte Australia —obligada a devolver honorarios por entregar un informe oficial con citas falsas y fuentes inexistentes generadas por inteligencia artificial— no es solo un error técnico. Es una señal de alerta sobre cómo las consultoras y las asesorías están incorporando herramientas como la IA generativa sin protocolos adecuados de revisión, trazabilidad y control de calidad.
Que no se haya detectado un error tan básico como citar una sentencia falsa revela una falla imperdonable en los controles del asesor, más aún en un contrato por US$ 400.000.
¿Qué lecciones vale la pena extraer —o recordar— sin dejarnos deslumbrar por el prestigio internacional o el brillo de la tecnología de moda?
Primero, acá fallaron los procedimientos. Este episodio va más allá de un problema operativo: pone sobre la mesa una pregunta inquietante para las empresas que contratan asesorías avanzadas. ¿Cuánta fe ciega podemos depositar en consultoras que usan IA sin estándares robustos de revisión?
En nuestro país, donde muchas decisiones estratégicas se basan en insumos externos, este error debe servir como espejo: al evaluar a un asesor, hay que exigir transparencia en sus metodologías, protocolos de verificación y cadena de responsabilidad.
Una clave es pedir cuáles son esos procesos de validación y, de paso, instalar los propios en nuestras organizaciones. Algunas preguntas relevantes a hacer a los consultores externos: ¿el informe ha pasado por validación humana independiente más allá del proveedor? ¿Se conocen los mecanismos internos de revisión de IA del asesor? ¿Quién asume responsabilidad si hay errores que afectan decisiones estratégicas? De estas tres preguntas, la tercera es la que, ciertamente, pondrá al humano a trabajar.
La lección no es desconfiar de la inteligencia artificial —que hoy todos usamos—, sino recordar que su valor depende del criterio con que se emplea. La tecnología potencia, acelera y amplifica, pero sigue necesitando dirección, contexto y juicio humano. Ese es, precisamente, el aporte insustituible de las personas: dar sentido, ponderar y decidir.
Porque el principio esencial sigue vigente: el control no se delega, se ejerce.